Podría tachar de obra maestra, y seguramente no estaría nada desencaminado, a "El silencio de los corderos" (The silence of the lambs, Jonathan Demme, 1991).
Clarice Starling (Jodie Foster) es una inteligente licenciada que espera, algún día, entrar en el FBI. Entonces, le asignan el caso de Buffalo Bill, un asesino de chicas jóvenes que se dedica a despellejar a sus víctimas, y cuenta con la inestimable ayuda de Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), un psicoanalista que está encerrado en una cárcel de alta seguridad por asesinato. A cambio de intimidades de la vida de la agente, Lecter la guiará a través de las conductas psicológicas de Bill para dar con él.
La química entre Jodie Foster y Anthony Hopkins es... indescriptible. Yo lo llamo a veces "tensión sexual no resulta". Y creo que se me entiende perfectamente. Es terror psicológico del bueno, thriller, intriga... ¡es que lo tiene todo! Las intepretaciones no podrían ser mejores, excelentes actores estupendamente metidos en su papel, sobre todo Hopkins. Aunque haya hecho mil barbaridades, acabas cogiéndole cariño.
En la secuela "Hannibal" (Ridley Scott, 2001), Mason Verger (Gary Oldman) sobrevivió a Lecter y planea vengarse de él. De alguna manera, Clarice Starling, esta vez con Julianne Moore, decidida firmemente a atrapar a Lecter, se ve envuelta en esta venganza y quiere aprovecharse de la situación.
Aunque es visualmente correcta y estilizada, no llega, ni de lejos, a la magistral obra de Jonathan Demme. Lo único que tienen en común es la impecable actuación de Anthony Hopkins. Y, aunque Julianne Moore salva la situación de una manera correcta, Clarice Starling es Jodie Foster, la cual es irreemplazable. Además, tampoco es que haya demasiada química entre Moore y Hopkins (en comparación, por supuesto, con su predecesora).
"El dragón rojo" (Red dragon, Brett Ratner, 2002) es la secuela de "El silencio de los corderos". En ella, conocemos la historia que lleva a Lecter a la cárcel, enviado por Will Graham (Edward Norton), un agente del FBI. Además, para atrapar a un asesino de familias, Graham se ve obligado a recurrir a las nociones psicológicas del doctor Lecter para ayudarle en su caso.
Esta cinta reúne todo lo que le faltaba a la anterior. Buenas dosis de intriga y thriller y, además, muchas similitudes con "El silencio de los corderos". La relación Norton-Hopkins llega casi a la altura de la de Foster-Hopkins, quizá porque sea una precuela. Ambos están magníficos en sus interpretaciones, al igual que Ralph Fiennes. Y mención especial a Emily Watson.
El final te hace querer ver la cinta de Jonathan Demme, lo que la hace más genial, si cabe.
En la última parte de esta magnífica tetralogía, cerramos el círculo y comprendemos por qué Hannibal Lecter ha llegado a ser un asesino tan peligroso. Gaspard Ulliel es el encargado de encarnar a un joven Hannibal en "Hannibal: El Origen" (Hannibal Rising, Peter Webber, 2007).
A raíz de presenciar la muerte de sus padres a mano de unos soldados a finales de la Segunda Guerra Mundial, ocurrirán una serie de sucesos que cambiarán la vida del joven Hannibal, donde queda demostrado que "el mal se hace y no se nace con él". La historia de Hannibal cuenta con una base bien sólida para sus futuras actuaciones. Ulliel es capaz de hipnotizar al espectador en todas sus escenas al igual que lo haría (o "hará") Hopkins en su momento. La escena donde se da cuenta de haber probado, por primera vez, la carne humana es escalofriantemente buena.
Es, quizá, la mejor de las tres películas posteriores, donde comprendes, por fin, al verdadero Hannibal y el por qué de su comportamiento. Esto es solamente un aditivo más para apreciar completamente el personaje de Hannibal y, desde luego, cogerle cariño.
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